EL MIEDO
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El miedo, como contrapunto de la
felicidad, bloquea la plenitud de la existencia del ser humano. Su raíz se da
en la lucha constante entre la luz y las tinieblas en la vida personal de cada
uno. El miedo y la angustia son connaturales a la existencia humana y causa de
un proceso de inseguridad, que lleva a la timidez, al temor y un conjunto de
complejos que limitan al hombre quitándole el sentido de la vida y del futuro.
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En la sociedad actual, la crisis de valores trascendentes ha llevado al hombre a reemplazarlos por valores contingentes, poniendo su confianza en la ciencia y la tecnología. Esto ha tenido como consecuencia un verdadero paroxismo por conseguir un mejor status social, seguridad económica, reconocimiento, estimación, poder, etc., produciendo una crisis íntima en el hombre que ha perdido su centro en Dios, reemplazándolo por ídolos que no lo satisfacen sino que lo conducen a una gran desdicha humana.
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Sin embargo, el miedo tiene una función: nos señala la dirección del crecimiento. Nos hace ver las fronteras, el territorio no conquistado de nosotros mismos. Conquistamos esos terrenos oscuros dentro de uno, lo que nos hace crecer, no sólo a nosotros sino también a los demás. Poco a poco vamos conquistando el reino del amor, la esperanza, la plenitud, la intuición de felicidad, que son la cara opuesta del miedo, la angustia y la tristeza.
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¿Cómo descubrimos nuestros miedos? Muchos de ellos los conocemos muy bien, pero otros son inconscientes. Estos últimos se nos revelan en los sueños, sobre todo en aquellos sueños repetitivos que nos están indicando que hay algo en nosotros que nos hace daño y hay que arreglar. Debemos recordar que la emoción negativa del miedo se graba incluso en el cuerpo. Hay una dimensión corporal, somática: el miedo se fija en cada célula del cuerpo.
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Si enumeráramos las diferentes clases de miedos no terminaríamos fácilmente; nombraremos sólo algunos: miedo a la muerte, al dolor, a la soledad, al rechazo, al sufrimiento, al futuro, a la incomprensión, al castigo, a lo desconocido, a las restricciones, a la escasez, etc. Lo importante es conocer cuáles son nuestros miedos y liberarnos de ellos para lograr en plenitud el proyecto divino en cada uno de nosotros.
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Según el padre Juan de Castro - psicólogo y sacerdote - es necesario distinguir entre miedo y angustia: «Lo primero es una reacción defensiva de tipo psico-afectivo, frente a una situación que se capta como amenazante. Pareciera que miedo y angustia fueran la misma reacción, pero no es así. El miedo tiene un objeto preciso, en cambio la angustia es difusa, es más bien una reacción que se queda en lo interno».
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«El temor, espanto, pavor, terror, pertenecen más bien al miedo; la inquietud, la ansiedad, la melancolía, más bien a la angustia. El primero lleva hacia lo conocido, la segunda hacia lo desconocido.»
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Pero, a diferencia de lo que muchos puedan pensar, el miedo es también positivo, Frente a hechos reales que en sí son amenazantes, el hombre debe defender su propia integridad física o psicológica, y es el miedo el que gatilla la acción.
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Incluso la angustia es un mecanismo que el hombre tiene para no deshumanizarse, Según Freud, el «yo» segrega la angustia ante el conflicto en forma inconsciente, y es el conflicto a su vez, el que hace crecer al ser humano. Esta reacción es una especie de luz roja que se enciende ante el peligro de deshumanización, en el que el hombre no enfrentaría los conflictos.
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Respecto a los fundamentos psicológicos del miedo, el Dr. Peña y Lillo considera cuatro actitudes erróneas responsables de la mayoría de los sufrimientos que esclavizan al ser humano. Estas cuatro actitudes básicas serían:
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1.- Anticipación imaginaria
2.- Contaminación del presente por el pasado
3.- Resistencia al sufrimiento
4.- El deseo y la ambición.
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En relación a la anticipación imaginaria, el Dr. Peña y Lillo dice: «El miedo es el producto y fruto de la imaginación, esa maestra de falsedad que - a juicio de Pascal - ha creado una segunda naturaleza. Los temores del hombre, en rigor, no se encuentran en el presente sino en la anticipación fantástica de lo por venir, único horizonte donde es posible la experiencia de riesgo y amenaza.» Sufrimos así inútilmente lo que, según nuestra imaginación, sucederá en nuestro futuro próximo o remoto, gastando tal cantidad de energías en nuestras preocupaciones que no tenemos fuerzas para vivir creativamente el presente.
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Nuestro segundo gran mal es ser arrastrados constantemente por el flujo de nuestra consciencia a vivir en el pasado, perdiéndonos lo único que realmente tenemos: el presente. No vivimos el Aquí y Ahora por sumergirnos en un pasado generalmente poblado de hechos vividos que aún nos tienen atados emocionalmente, con sus culpas, resentimientos, frustraciones, etc, Esta contaminación posibilita el temor de que tales hechos vuelvan a suceder y nos hace desconfiados e infelices en el presente. «Nunca nos atenemos al presente - ha dicho Pascal - sino que recordamos el pasado y anticipamos el porvenir. Vivimos en tiempos que no son los nuestros y no estamos disponibles para ser felices, Por eso, inevitablemente, no lo somos.»
Los recuerdos exagerados del pasado o hipermnesia - donde la memoria es excesiva o exagerada – son fuentes de angustias y temores que pueden derivar en neurosis. La memoria emocional juega aquí un papel predominante. Quedamos ligados emocionalmente a los hechos del pasado , lo que nos impide vivir el sentido actual de la vida.
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Esta emoción negativa que produce tanto daño es aprendida tal como son las otras. Todo hecho vivido con angustia queda registrado dentro de nosotros y se activa como un toque de alarma en cada situación que
se le asemeja. No es la nueva situación la que nos llena de inseguridad, sino el recuerdo de otras situaciones que hemos vivido anteriormente y que no hemos podido resolver. De ahí la necesidad de estar alertas para observar claramente el origen de nuestros miedos. Si llegamos a su raíz, nos liberamos de ser sus esclavos y tendremos libertad para ser felices como Dios quiere que seamos.
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La resistencia al sufrimiento es el tercer fundamento psicológico del miedo, Generalmente pensamos que la desdicha o felicidad dependen de lo penoso o afortunado que sea un acontecimiento. Pero como dice el Dr. Peña y Lillo - «... en estricto rigor, ni el gozo ni la tristeza existen en la naturaleza, sino sólo en la consciencia del hombre y surgen, en última instancia, de la propia actitud con que se enfrenta la vida, En cierto modo, los hechos son neutros o, al menos, no necesariamente gratos o dolorosos, y somos nosotros mismos los que les damos un significado.»
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Esto nos recuerda al emperador y filósofo romano, Marco Aurelio, quien apunta en el mismo sentido diciendo: «Si algo exterior te atormenta, observa que no es la causa externa lo que motiva tu tormento, sino la manera que tienes de considerarla. Manera que puedes cambiar en cuanto te lo propongas, con lo que cesará tu tormento.
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En la sociedad actual, la crisis de valores trascendentes ha llevado al hombre a reemplazarlos por valores contingentes, poniendo su confianza en la ciencia y la tecnología. Esto ha tenido como consecuencia un verdadero paroxismo por conseguir un mejor status social, seguridad económica, reconocimiento, estimación, poder, etc., produciendo una crisis íntima en el hombre que ha perdido su centro en Dios, reemplazándolo por ídolos que no lo satisfacen sino que lo conducen a una gran desdicha humana.
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Sin embargo, el miedo tiene una función: nos señala la dirección del crecimiento. Nos hace ver las fronteras, el territorio no conquistado de nosotros mismos. Conquistamos esos terrenos oscuros dentro de uno, lo que nos hace crecer, no sólo a nosotros sino también a los demás. Poco a poco vamos conquistando el reino del amor, la esperanza, la plenitud, la intuición de felicidad, que son la cara opuesta del miedo, la angustia y la tristeza.
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¿Cómo descubrimos nuestros miedos? Muchos de ellos los conocemos muy bien, pero otros son inconscientes. Estos últimos se nos revelan en los sueños, sobre todo en aquellos sueños repetitivos que nos están indicando que hay algo en nosotros que nos hace daño y hay que arreglar. Debemos recordar que la emoción negativa del miedo se graba incluso en el cuerpo. Hay una dimensión corporal, somática: el miedo se fija en cada célula del cuerpo.
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Si enumeráramos las diferentes clases de miedos no terminaríamos fácilmente; nombraremos sólo algunos: miedo a la muerte, al dolor, a la soledad, al rechazo, al sufrimiento, al futuro, a la incomprensión, al castigo, a lo desconocido, a las restricciones, a la escasez, etc. Lo importante es conocer cuáles son nuestros miedos y liberarnos de ellos para lograr en plenitud el proyecto divino en cada uno de nosotros.
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Según el padre Juan de Castro - psicólogo y sacerdote - es necesario distinguir entre miedo y angustia: «Lo primero es una reacción defensiva de tipo psico-afectivo, frente a una situación que se capta como amenazante. Pareciera que miedo y angustia fueran la misma reacción, pero no es así. El miedo tiene un objeto preciso, en cambio la angustia es difusa, es más bien una reacción que se queda en lo interno».
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«El temor, espanto, pavor, terror, pertenecen más bien al miedo; la inquietud, la ansiedad, la melancolía, más bien a la angustia. El primero lleva hacia lo conocido, la segunda hacia lo desconocido.»
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Pero, a diferencia de lo que muchos puedan pensar, el miedo es también positivo, Frente a hechos reales que en sí son amenazantes, el hombre debe defender su propia integridad física o psicológica, y es el miedo el que gatilla la acción.
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Incluso la angustia es un mecanismo que el hombre tiene para no deshumanizarse, Según Freud, el «yo» segrega la angustia ante el conflicto en forma inconsciente, y es el conflicto a su vez, el que hace crecer al ser humano. Esta reacción es una especie de luz roja que se enciende ante el peligro de deshumanización, en el que el hombre no enfrentaría los conflictos.
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Respecto a los fundamentos psicológicos del miedo, el Dr. Peña y Lillo considera cuatro actitudes erróneas responsables de la mayoría de los sufrimientos que esclavizan al ser humano. Estas cuatro actitudes básicas serían:
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1.- Anticipación imaginaria
2.- Contaminación del presente por el pasado
3.- Resistencia al sufrimiento
4.- El deseo y la ambición.
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En relación a la anticipación imaginaria, el Dr. Peña y Lillo dice: «El miedo es el producto y fruto de la imaginación, esa maestra de falsedad que - a juicio de Pascal - ha creado una segunda naturaleza. Los temores del hombre, en rigor, no se encuentran en el presente sino en la anticipación fantástica de lo por venir, único horizonte donde es posible la experiencia de riesgo y amenaza.» Sufrimos así inútilmente lo que, según nuestra imaginación, sucederá en nuestro futuro próximo o remoto, gastando tal cantidad de energías en nuestras preocupaciones que no tenemos fuerzas para vivir creativamente el presente.
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Nuestro segundo gran mal es ser arrastrados constantemente por el flujo de nuestra consciencia a vivir en el pasado, perdiéndonos lo único que realmente tenemos: el presente. No vivimos el Aquí y Ahora por sumergirnos en un pasado generalmente poblado de hechos vividos que aún nos tienen atados emocionalmente, con sus culpas, resentimientos, frustraciones, etc, Esta contaminación posibilita el temor de que tales hechos vuelvan a suceder y nos hace desconfiados e infelices en el presente. «Nunca nos atenemos al presente - ha dicho Pascal - sino que recordamos el pasado y anticipamos el porvenir. Vivimos en tiempos que no son los nuestros y no estamos disponibles para ser felices, Por eso, inevitablemente, no lo somos.»
Los recuerdos exagerados del pasado o hipermnesia - donde la memoria es excesiva o exagerada – son fuentes de angustias y temores que pueden derivar en neurosis. La memoria emocional juega aquí un papel predominante. Quedamos ligados emocionalmente a los hechos del pasado , lo que nos impide vivir el sentido actual de la vida.
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Esta emoción negativa que produce tanto daño es aprendida tal como son las otras. Todo hecho vivido con angustia queda registrado dentro de nosotros y se activa como un toque de alarma en cada situación que
se le asemeja. No es la nueva situación la que nos llena de inseguridad, sino el recuerdo de otras situaciones que hemos vivido anteriormente y que no hemos podido resolver. De ahí la necesidad de estar alertas para observar claramente el origen de nuestros miedos. Si llegamos a su raíz, nos liberamos de ser sus esclavos y tendremos libertad para ser felices como Dios quiere que seamos.
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La resistencia al sufrimiento es el tercer fundamento psicológico del miedo, Generalmente pensamos que la desdicha o felicidad dependen de lo penoso o afortunado que sea un acontecimiento. Pero como dice el Dr. Peña y Lillo - «... en estricto rigor, ni el gozo ni la tristeza existen en la naturaleza, sino sólo en la consciencia del hombre y surgen, en última instancia, de la propia actitud con que se enfrenta la vida, En cierto modo, los hechos son neutros o, al menos, no necesariamente gratos o dolorosos, y somos nosotros mismos los que les damos un significado.»
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Esto nos recuerda al emperador y filósofo romano, Marco Aurelio, quien apunta en el mismo sentido diciendo: «Si algo exterior te atormenta, observa que no es la causa externa lo que motiva tu tormento, sino la manera que tienes de considerarla. Manera que puedes cambiar en cuanto te lo propongas, con lo que cesará tu tormento.
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(Envía Sonia Betancourt)
Fuente: Buscadores de la Luz